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Reir llorando, por Juan de Dios Peza

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Viendo a Garrich, actor de la Inglaterra,
el pueblo al aplaudirlo le decía:
«… eres el más gracioso de la tierra, y el más feliz…»
y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores, en sus noches más negras y pesadas
iban a ver al rey de los actores
y cambiaban su spleen por carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso, llegose un hombre de mirar sombrío
– Sufro -le dijo- un mal tan espantoso como esta palidez del rostro mío.
Nada me causa impacto ni atractivo: no me importa ni mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo, y es mi única pasión la de la muerte.

– Viajad y os distraereis – ; – Tanto he viajado.
– Las lecturas buscad – ; – Tanto he leído.
– Que os ame una mujer – ; – Si, soy amado.
– Un título adquirid – ; – Noble he nacido.
– ¿Pobre sereis quizás? – ; – Tengo riquezas.
– ¿De lisonjas buscais? – ; – Tantas escucho.
– ¿Qué teneis de familia? – ; – Mis tristezas.
– ¿Vais a los cementerios? – ; – Mucho, mucho.
– De vuestra vida actual ¿teneis testigos? – ; – Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo les llamo a los muertos mis amigos, y le llamo a los vivos mis verdugos.

– Me deja -agregó el médico- perplejo vuestro mal, mas no debo acorbardaros.
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrich podeis curaros.

– ¿A Garrich?
– Sí, a Garrich…. la más remisa y austera sociedad le busca anciosa.
Todo aquel que le ve muere de risa, tiene una gracia artística asombrosa.
– ¿Y a mi me hará reír? – ; -Oh, sí…os lo juro. Él sí, y nadie más que él…
mas, ¿qué os inquieta?
– Así -dijo el enfermo- no me curo. Yo soy Garrich ¡Cambiad la receta!

Cuantos hay que, cansados de la vida,
emfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida
sin encontrar para su mal remedio.

¡Oh! Cuantas veces al reir se llora,
nadie en lo alegre de la risa sigue,
porque en los seres que el dolor devora,
el alma llora cuando el rostro ríe.

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos vuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que la vida son breves mascaradas:
aquí aprendemos a reir con llantos
y también a llorar con carcajadas.