Carta a un amigo en medio del torbellino de su divorcio

Si el corazón, claro está, no es el tercer huevo como Márquez mencionó en una de sus obras. Bien sabido es por los que ya pasamos por estos devenires del destino que es tremendo hijo de puta. Si no como se explicaría tanta cursilería y miel derramada a lo pendejo por cobrarse un día de paz en los tiempos de guerra. Si el corazón ya lo definimos como hijo de una mala madre, no se hable del desprestigiado y manoseado matrimonio. Cabe mencionar de este, que proviene de una ralea distinta de hijos de puta, con el agregado de su enorme dependencia del entorno; léase: sociedad, amigos, hijos etc. Ni el corazón, ni el matrimonio son tan malos, pero ambos juegan el tremendo papel de asustar o hacer sentirse demasiado seguro al amor. Si, ese amor al que ni siquiera le poníamos nombre cuando floreaba en sus umbrales. Ojo, cuando empezamos a llamarlo amor en todas sus presentaciones, te amo, te adoro, te extraño, cosita, baby y ciento treintaicuatro pendejadas más, es cuando al que queremos convencer es a nosotros mismos de que las cosas siguen igual de bien como al principio.

La naturaleza de los siniestros del corazón y del matrimonio por pertenecer a las instancias de la locura es mejor no tratar de entenderlas. Mucho menos buscarle culpable porque en estas historias de dos, los culpables son dos por la sencilla razón de que no hay más. Aconsejarte? Ni en pedo, esto es de ustedes y es a ustedes a los que a cada cual por su lado se les desea lo mejor.

No dejo de lamentar lo que les está pasando. Pero a vos te digo que si querés hablar contá conmigo, si querés celebrar tengo vino como siempre, si querés llorar lloramos juntos, que para eso estamos los amigos y si no, para qué chingados.

Se te quiere.

Ricardo Arjona
lesterfibla
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